El barranco de Masca, la inmensa cicatriz en el cuerpo del gigante; Teno.
Una cicatriz inmensa, que recorre los restos del volcán de Teno, desde las cumbres hasta el mar este corte profundo, de 500 y 600 metros de profundidad. Desde cumbre Bolicos y entre las crestas de Gerges ,y la fortaleza, Yeyes y a los pies del Gran Tarucho; lo que queda en pie, del gran volcán, Teno. El barranco de Masca surge tras el colapso del gigante, que se derrumba en un gran deslizamiento gravitacional, como el ocurrido, en el volcán Cañadas hace 200 mil años. Algo recurrente en la historia geológica de Canarias. Y tras este evento de magnitudes catastróficas, surgen nuevas erupciones, y al finalizar este postrero episodio eruptivo, la actividad volcánica cesa hasta nuestro días, en el macizo de Teno. Y los últimos 5 millones de años, toma el testigo, el agua. La erosión del agua, lluvias que en periodos son torrenciales y abren caminos en la lava, buscando el mar. Caminos que con el tiempo se vuelven mas y mas profundo. Hasta crear barrancos, gargantas profundas donde antes había un gran volcán escupiendo fuego. Y el mar por momentos bravo, con grandes olas irá comiendo la isla bocado a bocado, levantando gigantescos acantilados, donde antes habían pendientes relativamente suaves, de brazos de lavas que se hundían en el mar, como es la costa suroeste del la isla del Hierro en la actualidad. La isla mas joven de las Canarias, donde se encuentra ahora el Punto Caliente. Que hace millones de años se encontraba debajo.
La cicatriz del gigante, el barranco de Masca.
Millones de años, que el agua, incansablemente, irá dejando al descubierto el interior del macizo, su historia geológica. Los restos del gran colapso, la construcción del edificio volcánico de Teno. Periodos de actividad frenética. Capas de cenizas y lava apilándose una encima de la otra, como una gran lasaña de basalto oscuro, que no dieron tiempo a que algunas de estas capas llegaran a convertirse en tierra fértil. Diques basálticos o fonolíticos, que verticalmente, como un gusano en el interior de una manzana buscan la superficie de manera desesperada; Recuerdos de nuevas erupciones, acaecidas en lo que fue alguna vez la superficie temporal de la isla, de magma buscando la superficie, para crear interminables erupciones, que nos muestran también las capas horizontales, de cenizas y lava, de las innumerables, y constantes. Que no dieron tiempo a que la lava se convirtiera en tierra fértil. La historia de esta actividad volcánica, y el posterior desmantelamiento del agua, está narrado de manera espectacular en las paredes verticales, que quitan el aliento, del barranco de Masca.
El camino del agua, a través del barranco de Masca hasta el mar.
El agua de manera mecánica, fluyendo, erosionando la piedra, transportando sedimentos y el agua, como vapor que exhala el mar, y va disgregando y horadando la rocas de los acantilados. Una erosión química que va creando cavidades en los acantilados. Y así observando los acantilados, cuando mas cerca estemos del mar y la humedad en el ambiente sea mayor. Se nos ofrecerá otro espectáculo, pareciera que las montañas nos miraran con miles de ojos, y miles de bocas, que gritaran. Parecieran los rostros de los antiguos guanches, nuestros antepasados, que sollozaran por su antiguo pasado, de libertad en su tierra, arrebatada. Es también aquí donde hay que tener cuidado con las caídas de piedras, que provoca la erosión química del mar.
En el interior del barranco de Masca, una historia de creación y destrucción.
El filósofo griego presocrático, dijo que el agua es el origen del mundo. Y del agua, del Atlántico hace siete millones de años surgió la isla de Teno. El fuego lo hizo alcanzar la superficie del océano. Entre vapores, y cenizas nació la isla. Mas erupciones, mas fuego hizo a Teno, convertirse en un gigante de dos mil metros altura. Cuando creía que alcanzaba el cielo, se derrumbó sobre sus pies. Y el agua, y el aire durante los últimos cinco millones de años, lo devuelven de donde nació, al océano. El barranco de Masca, es por donde se vierte, el gigante, a su final, el océano el mar.
Víctor Camejo